Crianza Despierta. El Gozo del Ser Contemplando.

maestro zen

¿Es posible mirar a nuestros hijos o hijas sin ningún tipo de expectativa u opinión sobre ellas? ¿Has intentado, aunque sea por instante, desprenderte de toda tu historia, la historia de que eres un papá o una mamá a la que le está ocurriendo tal o cual cosa, esa historia que cuentas a menudo, en tu cabeza, o cuando te encuentras con otras personas, a cerca de tu m/paternidad, o de cuando eras tú misma una niña, la historia de tus padres y tus ancestros, esa vieja historia que dice, en definitiva, que eres una persona en el mundo, es decir que eres una persona separada del mundo? Esto puede sonarnos a chino mandarín. ¿Desprenderme de mi historia? ¿Quién soy yo sin mi historia? 



Prueba a hacer lo siguiente: apunta con el dedo indice de una de tus manos hacia tu rostro, obsérvalo por un momento, sin nombrarlo, tan sólo como forma, su color, su forma, la luz incidiendo en tu mano y proyectando sus sombras, contempla el milagro de tu mano apuntando en dirección a ese lugar desde donde ves el mundo y luego lleva la atención hacia el lugar al que apunta el dedo. ¿Qué hay ahí? Trata de no hacer ningún esfuerzo mental, tan sólo formula la pregunta y permanece muy quieta, silenciosa, sin recurrir a la memoria para contestarla. Más cerca de ti que tu propia respiración, más adentro, ¿qué hay ahí? Luego intenta seguir ahí en ese gran nada, ese lugar espacio que eres y donde el mundo acontece. Trata ahora de mirar a tu alrededor y mirar las cosas del mismo modo, sin recurrir a la memoria, tan sólo como puros fenómenos ocurriendo, emergiendo en el campo de la consciencia. Las texturas, los colores, los olores, los sonidos, las luces, las sombras, observa bien las sombras que proyectan los objetos, sin ninguna opinión a cerca de ellos. Trata ahora de mirar a tu hija de la misma forma, su piel, su pelo, su risa, la ropa que viste, como un puro milagro sucediendo, ya sea que esté ahora mismo desordenando toda la habitación, sacándose un moco o martirizando al perro, mírala por un instante de este modo, luego retomaras tu papel de m/padre, sé por instante libre de ti mismo, pura consciencia observando, permítete ser el espacio donde el mundo tiene su lugar. No hay nada fuera.

Y si le das la vuelta al dedito.
¿Qué ves?

Si esto te sigue sonando a chino mandarín, olvídalo, o relájate e inténtalo en otra ocasión. Sobre todo no te estrujes los sesos por comprender esto, no hay nada que comprender. Tan sólo es una invitación a mirar el mundo sin ser Pepita o Juanito, sin historia, con la mirada limpia y transparente un bebé recién nacido e intentar permanecer ahí, sin expectativas, sin temores, ni juicios ni opiniones sobre nosotras o los otros, ya sean nuestros hijos, nuestras parejas, nuestra jefa o la abolladura del coche. 

Pureza
Si en cambio has saboreado, aunque sea levemente, la dicha de re-conocer el mundo desde esta perspectiva más amplia y quieres profundizar un poco más en este mirar despierto, sigue visitando ese lugar, mirando la fuente desde la cual el mundo emerge, lleva la atención constantemente, o al menos cada vez que puedas hacerlo sin tensión, de forma relajada, a ese lugar a cero centímetros de ti misma. Más cerca de ti que tus pies y tus manos, que tu propia respiración. Visítate a menudo y contempla el mundo desde ahí, deja que las decisiones se tomen desde ahí, deja que la maravilla del mundo suceda, se despliegue ante tu mirada acogedora, incluyente, amorosa y despierta. Si te ves a ti misma reaccionando, gritando, defendiéndote o atacando, está bien, también puedes incluir esto en tu mirada despierta, aceptarlo y acogerlo y regresar a la paz que ere, respirar conscientemente y disolver la tensión, esa tensión que genera el sentirse separada del mundo, con una posición que defender y mantener, olvídate de ti misma, disuélvete tú misma en este Ser Contemplando y alcanza la gloria y el poder. Ahora. Aquí.

OM
GRACIAS

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