Slow Revolution. Transfórmame despacio que tengo prisa.



Todas las vías que me gusta andar, son vías lentas, sinuosas. El masaje, el yoga, la meditación, la alimentación, no son vías rápidas, ni milagrosas, necesitan ser andadas con constancia, perseverancia, dedicación y paciencia, y además ninguna opera cambios espectaculares, ni mucho menos permanentes. En cuanto te vence la pereza, o el desánimo aflora, aflojas un poquito, y ála, ya te amodorras otra vez, sucumbes al jamón, los dulces, reaparecen los viejos dolores, un poco más arriba, o más abajo, el futuro parece de nuevo más incierto, más inquietante, engordas un par de kilos, la ecuanimidad te patina en cada esquina y esa sensación de certeza, de fluidez, de buen rollito, se atocina y se vuelve rancia melancolía.


Al cabo del tiempo, un fin de año, con sus nuevos propósitos, tras la lectura del enésimo libro de autoayuda que te despierta el gusanillo y te da la sensación de haberte iluminado, un feliz reencuentro con ese viejo amigo que, al contrario que tú, no dejó de practicar yoga, y luce radiante y estupendo (quizá porque lo pillaste en el momento-pico ascendente de su práctica, ¡por suerte no te lo encontraste cuando le pegó el bajón hace dos meses!), hace que te animes y decidas intensificar tu práctica una vez más. Ahí vas de nuevo, con tu motivación en todo lo alto y más fuerte que nunca. Dieta desintoxicante, yoga tres veces por semanas, me pido cita con la quiropráctica y esta noche a cantar mantras con la Pryce… Divino.



Sí, es posible que existan las remisiones espontáneas de enfermedades terribles, despertares súbitos a la consciencia de nuestra verdadera naturaleza. Es probable que un accidente, o una dolorosa pérdida nos ponga en contacto con la imparmanencia de todo lo que creemos ser y nos zarandee la frágil estructura en la que se sostiene nuestro obstinado ego, hasta el punto de diluirlo en la nada de la que surgió. Pero la mayoría de nosotros, y nosotras, somos corredores de fondo, nos toca despertar lentamente, con fluctuaciones en la constancia, en la motivación, en la intensidad de las experiencias, con las alegrías y los sinsabores que acompañan este ir viviéndola, sin saber muy bien cómo vivirla, y aprendiendo de cada caída así como de cada victoria, o al menos, con un poco de suerte, sin volvernos locos(o locas) en el intento.



Pero ahí están los pequeños milagros de andar por casa. Todo el que haya seguido durante algún tiempo una dieta vegetariana sabe lo beneficioso que resulta, no sólo para el organismo sino para la totalidad del ser, para nuestro estado de ánimo, para nuestra mente y nuestro espíritu (sea lo que sea lo que esto signifique). Es posible recibir los beneficios que aporta la práctica del yoga en una sola sesión. Mueves el cuerpo y la respiración, se genera fuerza y energía a través del movimiento consciente, y como resultado te sientes más relajado, vigoroso y feliz de forma natural. Es maravilloso. Igual sucede durante una sesión de masaje. El cuerpo se relaja, los fluidos corporales se movilizan, así como la energía estancada, las tensiones se deshacen, y te vuelves más sensible y receptivo. En cualquier caso, no es nada permanente, todo vuelve a su sitio si seguimos con los mismos hábitos y ritmos de vida demenciales, si el cambio no se genera desde dentro.



Aún así, el yoga, el masaje, la alimentación, la meditación, cantar, bailar, reír, o caminar, si se practican con ardor, constancia y devoción, son prácticas que pueden otorgarnos paz y sabiduría, hacer que el milagro de la vida se revele a cada paso, con cada bocado, con cada inhalación y cada exhalación, con cada Om entonado desde el corazón, con cada dulce y profundo estiramiento, con el suave del contacto de una mano sobre nuestra piel.

Transfórmame despacio, que tengo prisa, es nuestro lema. Desde aquí te animo a visitar nuestro centro y a participar en nuestras actividades, cursos y talleres:


Inauguración Centro Rama-Raíz: Masaje, Yoga y Meditación. Sábado 19 de Enero en El Candado.










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